No paran tus olas de romper en mis rocas. Y me pierdo la espuma. A veces
me pierdo hasta lo bonito de tu azul verdoso. Por eso me quedaré en esta playa. A veces esperando, a veces zambulléndome sin pensarlo. Porque me despistas. Porque sabes cómo hacerlo. Y yo no sé, sólo sé que no sé. Que todo y nada me parece bien o mal alternativamente y que quizá me está conduciendo el miedo. ¿Yo? Sí, yo. Si yo...
Hoy ya es un día diferente. Un poco más en calma, un poco más de sol. Quiero dejar de poner excusas. Quiero saber el por qué. Quiero saber cómo y hacia dónde. Y una vez pensamos que esto era infinito, pero no, y tal vez tampoco. ¿Qué hay infinito? Recuerdo que una vez escribí Costumbrofóbia y me dio miedo.
Sentarse sola es sentirse sola. En silencio. Frente a una hoja en blanco, rozar las teclas y luego presionar muy fuerte. Ladear la cabeza, mirar el fondo, escudriñar esta pared. Entornar los ojos, sonreír. Recuperar sensaciones. Segundos. Atraparlos y expandirlos por un momento. Escribirlos y que me conozcas demasiado bien. Sentirse débil, expuesta. Sentirse, a su vez, relajada. Sentirse. Sentarse. Pararse a pensar. Sentir (sentar) miedo(s).
Miedo a no saber terminar. De escribir. A no decir nada. A la nada. Miedo.
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