De todo lo que me arrancaron sólo me quedaron tus abrazos. Entonces parecía suficiente, al menos para no caer hasta el fondo. Luego, cuando fui recuperándolo todo poco a poco, cuando quería y creía volver a ser yo toda... me dejaste sin esos abrazos tuyos.
Juro que volvería atrás. Volvería a darles todo, a darme toda, por volver a tener ese instante de ternura entre tus brazos. Pero no. Porque te hice la persona más infeliz del mundo. ¿Por qué nos hice la persona más infeliz del mundo? Porque no me quedaba nada, tan sólo tus abrazos. Abrazos para poder consolarnos, el uno con el otro, de que ya no éramos nosotros.
Qué difícil es seguir cuando todo se ha roto. Quizá vale la pena romperlo del todo y pisotearnos muy fuerte las entrañas, hasta que ya no quede aire que tragar compulsivamente. Vale la pena si se puede volver a donde todo empieza.
Arriésgate, regálame un verano.
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