Todos sabemos lo lejos que se puede estar de alguien a quien tienes tan cerca. Y lo cerca que puedes sentir a alguien que está tan lejos ... Hoy he venido a hablar de distancias.
A veces las distancias no son las que quisiéramos. A veces ni siquiera las distancias son físicas. A veces lo lejos nos rompe. Una vez imaginé que las distancias del corazón se medían con una goma entre dos dedos, que puedes llegar a estirar mucho mucho ... pero quizá al final se rompa.
E igual que las distancias rompen, a veces también las distancias curan. A veces más vale la pena escapar, o quedarse y dejar marchar, todo por sellar heridas. Heridas que, de otra manera, quedarían abiertas y nos irían sangrando poco a poco. Y escocerían en los peores momentos.
Yo ya he dejado marchar por sellar mi herida. Y ahora tengo que escaparme porque reconozcas tu cuerpo y halles tus heridas. Y las cierres. Créeme que las tienes, créeme que debo escapar. Créeme que será muy lejos. La distancia a aplicar es proporcional a las heridas.