viernes, 14 de febrero de 2025

Sobre-vivir como un cadáver sin alma

 

Hay otra Laia a la que le falta un pedacito y va por ahí caminando como una zombie por la vida. Y va chocándose contra los muros, con las paredes, con los árboles, con otros átomos, contra las rocas, va fluyendo por otros arroyos y otros ríos, va a parar a otros mares, pero nunca se siente completa del todo. Siempre siente ese pequeño huequito en su pecho por el que pasa el viento y el frío y se oye un silbido molesto, enfermizo, y se pregunta si acaso nos vamos desgastando así, con el tiempo, hasta volvernos cadáveres sin alma y retornar a la tierra de la que venimos para volver a las raíces. 


Hay otra Laia que sigue vagando por ahí devorando el tiempo a bocados cada vez más gigantescos, deseando de veras que, como dicen, sea el tiempo quien le cure las heridas. Porque sigue desangrándose, siguen desgarrándose los músculos, la carne, los tendones... se le ven hasta los huesos. Quisiera agujerearse los sesos, sacarse de ahí ese pedazo en el que estás tú y toda esa vida contigo, echarlo al fuego, salir huyendo, aullar muy fuerte. Quisiera sacarse el corazón del pecho a veces, no oírlo ya más porque le recuerda al tuyo.


Hay otra Laia regurgitando un embrollo de recuerdos empachados que no sabe descifrar, musitando palabras incomprensibles por las calles que un día te vieron darme la mano, intoxicada de ira, pasando vergüenza porque no soy la persona que un día conociste y temo no poderlo ser ya nunca más sin ti. Pero cómo volver a serlo si no es contigo. 


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