Los buenos días. Los buenos días son aquellos en que soy capaz de sonreír por encima de todo. A pesar de los charcos en el suelo, las palabras envenenadas, las horas sin reloj, los trenes que pasan de largo, las puñaladas, los atascos, el grito, el llanto, la fría soledad. Los buenos días no tendrían, sin embargo, ningún sentido sin los otros días. Los malos días son los que me hacen soñar, reflexionar, pensarte, mirar a lo lejos. Los malos días son, aún así, mejores que los peores. Pero sin esos otros días, los buenos sólo serían días. Serían rutina. Serían caminar sin ningún rumbo. Sin ningún sentido.
Apareces así, sencillo y dulce. Me dices lo que quiera que hoy tengas en ti. Quizás un gesto, una mirada, un abrazo muy fuerte. Muy largo. Quizás una sonrisa. A veces una risa que me mata. Incluso a veces poco, casi nada. Y no importa porque yo me lo quedo todo de ti. Desde el tacto de tus manos hasta una palabra equivocada. Me quedo con el oscuro de tus ojos, con la sombra gris, con lo húmedo también. Me quedo contigo y, si me quedo, es porque no quiero estar sin ti.
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