dimecres, 30 de juliol del 2008

A menos de un kilómetro


¿Puedes bajarme la luna un ratito? Soy curiosa y quisiera saber qué tal está en este cielo, el que le ha tocado alumbrar cada noche en que la miro. Quiero saber de qué se esconde, por qué mengua, por qué cae al mar, si sabe tu nombre... si acaso se parece a mí y si tiembla, también, cuando le rozan según qué pestañas en esas mejillas con hoyuelos de luchas pasadas. ¿Puedes bajármela? De puntillas sólo llego a tus labios... ¡Qué digo! No quiero más que vivir de puntillas, de tu mano, por tu piel. No quiero más que vivir, siempre lo hago. A mi manera. Y me preguntas por qué se quiebran los cachitos de mí a pedacitos cuando siento tu presencia a menos de un kilómetro... y se me escapa la risa, esa tan tonta, y se me va de la boca toda palabra y toda razón y toda lógica. En realidad, sólo ocurre cuando estás a menos de mil, y mil veces he tenido que recogerme y montarme de nuevo. Soy un puzzle complicado que requiere su tiempo... He sido tantas veces yo que a veces me monto diferente, sólo para sorprenderte. Me gusta tu risa, como tantas otras cosas que un día te explicaré en un susurro al oído. Pero, si te fijas, hay interrogantes que no llegan nunca a explotar y se quedan, para siempre, en el aire. Flotan como el barco de papel que te regalaré para irnos de vacaciones a ese sitio entre tú y yo, en el que nada más existe. Sólo flotan y palidecen y poco a poco se tornan casi transparentes... Miento, también puedes desdibujarlos, desformularlos, despreguntarte las cosas que un día no pensaste bien. Siempre podrás recogerme una a una de tu cielo y comprender que a veces las palabras no dicen todo lo que debieran decir... ni se parecen a lo que yo quiero ser, aunque me contradiga y a veces quiera que lo sean.