diumenge, 20 de juliol del 2008

La insoportable fragilidad del soy



Me muero más si me miras que si me matas, si me rozas que si te marchas, si me escabullo de ti que si no estás. Y no estás y todo parece sencillo, simple como en un día frío de invierno y lluvia pausada. Todo indica que me encantaría, pese a todo, salir de casa, coger la bicicleta roja de cesta en el manillar y cintas de colores en el timbre y bajar rodando, dejarme llevar, disfrutar del viento de cara que lo hace volar todo: mi pelo, las dudas, los sueños, los miedos, la imaginación... Todo indica que la vida va cuesta abajo, y yo siempre voy con ella. Sin embargo, nada más llegar a mi portal, me asalta una nube que me persigue bajo el paraguas y me hace desenfocar el mundo, perder los horizontes, nublar los sentidos y temblar. Tiemblo porque soy un hilo... y es que soy lo que ves más allá de mi muro pero mi muro a veces no me deja llegar más allá. Es un muro irreal, surreal y realmente fastidioso, es un muro abstracto de pensamientos absurdos y delirantes, es un muro que quiero bombardear. ¿Quizá bombear sangre a mis venas a contratiempo? Quizá deshacerme de este día ligeramente gris que dura ya demasiado, dejar atrás todo camino llano, lanzarme hacia... simplemente hacia abajo, ni siquiera hace falta que pedalee, basta sólo con vivir de la manera más básica: sintiendo lo que siento. Porque a veces lo que siento no es lo que pienso ni lo que digo ni lo que miento ni lo que hago ni lo que te dejo. Y me quedo tanto y tan bonito que siento que te robo a pedacitos lo que te querría regalar. Y si sólo lo siento yo es como si no existiera, como si detrás no hubiera nada. Nada. Pero detrás de este muro hay tantas cosas que se parecen a ti... Cuando las acaricio son suspiros, y me inundan, y me ahogan, y me tocan, y... sé que nada es tan frágil.


PD. No quisiera perderme tu tren y saber lo que es malgastarte...

1 comentari:

MrBlonde ha dit...

Agustina de Aragón defendió la ciudad de Zaragoza de los franceses durante los Sitios en la Guerra de la Independencia (a los que el otro día hice referencia). Los invasores habían tumbado las defensas del Portillo y se disponían a entrar en la ciudad cuando Agustina, que junto con otras mujeres atendía a los heridos, no se resignó, se acercó a un cañón y lo disparó contra las tropas francesas, impidiendo la toma de la ciudad.

Pero aquí no hay franceses, no hay ningún invasor de quien protegerse, no tiene sentido levantar muros, no es necesaria la intervención de la guerrera Agustina.

Al final Zaragoza cayó.