De derechos y deberes. De desilusión. De una cama vacía. De echarte de menos. De todas esas cosas y de casi ninguna, yo quería hablarte y tú estabas, como siempre, tan lejos y tan frío. Y al final sólo me quedaban las palabras más sencillas. Las que no comprende todo el mundo. Las que no sé fingir. Las que no se dicen, las que sólo se vomitan. Y un caos de pensamientos, de sí y de no, de que ya me da igual y no debería. El no poder pensar con lógica. El dolor. El suspiro.
Ojalá los cuerpos fueran transparentes y pudieras verlo, porque es extraño y es complejo. Es una madeja, una bola de nieve mientras tú no me quemas. Si me quemaras... Pero no hay labios, no hay manos, no hay roces de los que te encienden la vida.
Me faltas, a veces.
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