Daría mi papel en blanco por escribir sobre las cosas que duelen
y clavar adjetivos de tinta china en tu nombre.
Obviar tu no mirada.
Arrebatarte de nuevo una de esas sonrisas que aún te hacen pequeña
y aún recuerdo como un verano ufano.
Un agosto severo.
Ese brillo en los ojos que no veo, que no muestras, que no levantas
y no enseñas porque no quieres ni quiero temblar.
Y una mano endeble.
Hablo de hoy, de ayer, de mañana y de las cosas que olvidan la verdad
porque el silencio araña y nos cubre de enero.
La habitación blanca.
Angustiarse en un espacio tan ancho y tan vacío, tan limpio, tan seguro
que me parece muy, muy lejos de todo lo que existe.
Mirarte en el espejo.
Menos mal que hemos dejado de vivir para que sobre el tiempo,
hoy he tenido demasiados segundos contigo, sin ti.
Los finales no engañan.
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