dimecres, 25 de març del 2009

Cuéntame la luna


Cuéntame la luna al oído, cada noche. También cada día... Cuéntamelo todo, siempre, claro, para que no pueda olvidar tus dedos en mi espalda ni tu voz vibrando en una piel que se muere de frío cada vez que no estás y se viene conmigo de paseo a buscarte. Dime que una vez fuiste, yo sé que una vez fui... creo que ahora simplemente somos así, y eso nos encanta. No hay por qués ni destinos, aunque aún a veces se me antoje contar una a una las casualidades, tirarme de los pelos y revolcarme de risa mirando tu sonrisa más sencilla y natural. Aunque a veces me revuelque con el tiempo e intente comprenderlo todo, racionalizar lo absurdamente abstracto, recordar una a una acciones y consecuencias para encontrar las siete diferencias que me anclan a ti y no me hacen ser cualquier otra, dentro del abanico de posibilidades que no fueron y no serán. Dime que no está tan mal eso de soñar de vez en cuando con cosas que se cumplen, que no hay que temer caer sino caminar despacio al borde del abismo y sentirse viva. Dime todas las cosas que se te ocurran sin pensarlas primero y yo pensaré en todo lo que se me ocurra para escribirtelo luego y pretender llegar a ser sólo yo en algún segundo cada día. También cada noche... Porque he descubierto que aún me parece bonito lo tierno, lo fugaz, lo más hondo y lo más lleno. Incluso lo más cursi puede ser, en mis ojos, un instante y una vida. Incluso el amor, aunque una vez fue ese fantasma encerrado en el amario, puede llegar a convivir conmigo y mis continuas contradicciones. Incluso puede llegar a atraparme. Y no, ya no le tengo miedo, porque su cara oculta sólo le hace ser fascinantemente misterioso, sólo me hacer caer de nuevo y enredarme entre tus dedos con la sonrisa del suicida que por fin quiere y puede morir.