Al llegar vi tus ganas,
la impaciencia de saberme aquí
y querer abrazar todos nuestros años
de golpe.
Vi tus ojos más pequeños
y tus profundas arrugas
me hablaron de otros veranos.
Vi aquello que se ve
sólo con el tiempo
y tú enseguida viste
qué poco queda,
cuánto se deja atrás.
Vi tu sonrisa más grande,
me vi lejos,
te vi pequeña,
y al ver tu lágrima caer
vi la mía asomando.
Vi que recordabas aún
¡tanto!
y eso me iluminó el día.
Te vi atropellar preguntas
y repetir mi nombre,
y recordé el sabor lejano
de las moras con azúcar.
Te vi tocar para creer ,
convencer y guardar el recuerdo
-otro más-
y el temblor de tus manos calientes
me arrancó estos torpes versos.
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