Pasan los días. Diferentes, distraídos, alocados. Todavía no he movido uno sólo de tus recuerdos, tan sólo los ignoro. Aunque es difícil. Ahí están todas las cosas que dejaste atrás, y seguirán estando, y no pienso borrarlas sino convivir con ellas. Como convives con el tiempo, aunque te susurre a menudo ese tic-tac contrarreloj y te marque el calendario a fuego. No me quedan cajas de cartón donde apartarte de la memoria, ni sótano frío donde olvidar las palabras, ni sitio en la habitación de la entrada para más besos viejos. Y no quiero hacerlo.
No aún, al menos. Seguramente soy esa loca que pretende esperar a que algo vuelva, a que todo siga igual y en su sitio y a olvidar el vacío temporal. O quizá es porque aún te quiero. Cada cinco minutos tengo una idea nueva en la cabeza, pero la mayoría del tiempo solamente vivo. Muchas veces me divierto, sonrío, río y digo tonterías, admiro Barcelona, sueño, pienso, creo. Muchas veces soy yo y sí, a veces estoy triste. Pero me alegra ver que muchas veces soy yo y que aún me recuerdo ser feliz. Busco ser feliz. Ansío serlo contigo y me mata la impaciencia. Por eso, por ahora, nos mantendremos al margen. Aunque escriba tu nombre en cada margen de la libreta.
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