lunes, 17 de febrero de 2025

Idiota (perderlo todo en un momento)


Cuando te fuiste, todo lo que me dejaste fue... sentirme como una idiota durante mucho, muchísimo tiempo.


Idiota por tener que recordar la última vez que te pedí tu amor,

idiota por colgar tus besos con un marco rojo por si ya no vuelvo a verlos más,

idiota por perderme por si acaso te marchabas ya

y tirar tu confianza desde mi cama hasta esa ventana.


¿No ves qué fácil ha sido para mí perderlo todo en un momento?

Por mi miedo a perder,

por mi miedo a no controlar tu vuelo...


No soy una niña, no soy ese duende,

no soy luchadora, no soy tu camino,

no soy buena amante ni soy buena esposa,

no soy una flor ni un trozo de pan,

sólo soy esa cara de idiota.

Idiota... esta cara de idiota.


¿No ves qué fácil fue para mí perderlo todo en un momento?



viernes, 14 de febrero de 2025

Sobre-vivir como un cadáver sin alma

 

Hay otra Laia a la que le falta un pedacito y va por ahí caminando como una zombie por la vida. Y va chocándose contra los muros, con las paredes, con los árboles, con otros átomos, contra las rocas, va fluyendo por otros arroyos y otros ríos, va a parar a otros mares, pero nunca se siente completa del todo. Siempre siente ese pequeño huequito en su pecho por el que pasa el viento y el frío y se oye un silbido molesto, enfermizo, y se pregunta si acaso nos vamos desgastando así, con el tiempo, hasta volvernos cadáveres sin alma y retornar a la tierra de la que venimos para volver a las raíces. 


Hay otra Laia que sigue vagando por ahí devorando el tiempo a bocados cada vez más gigantescos, deseando de veras que, como dicen, sea el tiempo quien le cure las heridas. Porque sigue desangrándose, siguen desgarrándose los músculos, la carne, los tendones... se le ven hasta los huesos. Quisiera agujerearse los sesos, sacarse de ahí ese pedazo en el que estás tú y toda esa vida contigo, echarlo al fuego, salir huyendo, aullar muy fuerte. Quisiera sacarse el corazón del pecho a veces, no oírlo ya más porque le recuerda al tuyo.


Hay otra Laia regurgitando un embrollo de recuerdos empachados que no sabe descifrar, musitando palabras incomprensibles por las calles que un día te vieron darme la mano, intoxicada de ira, pasando vergüenza porque no soy la persona que un día conociste y temo no poderlo ser ya nunca más sin ti. Pero cómo volver a serlo si no es contigo. 


martes, 4 de febrero de 2025

Sobre haber muerto ya varias veces y tener 7 vidas como un gato

 

Hay una Laia que murió en este universo y se fue contigo el día que te vio marchar lentamente por mi calle hasta desaparecer por esa esquina. 

O, seguramente, murió mucho antes: murió en ese momento en que dejé de reír (creo que quizá fuera en algún punto de 2011) y sigue por ahí bailando algunos pasos de salsa contigo, metiendo los pies en la espuma de la orilla, observando las olas, paseando de tu mano por la Diagonal, comiéndose un helado, dándote besos de puntillas.

Hay una Laia que recuerda las cosas que hicimos en cada cumpleaños que pasamos juntos, que tiene todas las fotos, que te ha escrito y editado ese libro que empezó, que ha viajado contigo a todas esas playas de esas islas lejanas, que te ha visto cumplir tus sueños y los ha celebrado contigo. 

Hay una Laia a la que no le duele nada. Ni el cuerpo ni el alma. 

Hay una Laia haciendo cosas que ni yo imagino. Sorprendiéndome a mí misma. Siendo otra. Siendo lo que yo quería ser entonces contigo. 

A esa Laia la abrazo y le deseo todo lo mejor, como te lo deseé a ti siempre. 


Quiero que seas feliz aunque no sea conmigo


miércoles, 15 de enero de 2025

Mentiras piadosas (o cuando los sapos bailen flamenco)

 

Aún está guardado el último mensaje que nos escribimos. Yo te pregunté si querías que nos siguiéramos hablando y tú respondiste que mejor no. 

"Todavía no. Pronto, pero todavía no."

Ya entonces presentí que eso no iba a pasar. Era la primera vez que sentía que me estabas mintiendo, ahí comprendí lo muy lejos que estábamos ya el uno del otro. Aún así quise creérmelo por ti, porque tú creyeras que me habías mentido bien. Que nos volveríamos a hablar pronto. Quizá incluso algún día fueras tú quien me hablaras. 

Nunca más volví a saber de ti.




Con un 'adiós', con un 'te quiero' 

y con mis labios en tus dedos 

para no pronunciar las palabras que dan tanto miedo

te vas y te pierdo.


Me alegra tanto escuchar tus promesas mientras te alejas ...

saber que piensas volver algún día

cuando los sapos bailen flamenco.

 

jueves, 9 de enero de 2025

Me olvidarás (u ojalá poder ser como tú)

 

Te dije "me olvidarás" entre sollozos y tú dijiste que era imposible, que siempre sería una parte importante y bonita de tu vida. Pero yo sabía que me olvidarías algún día y que ya no recordarías que me cantabas Ya no me acuerdo con tu guitarra en tu habitación. Que de repente como dice la canción: "vas echando de más lo que un día echaste de menos, y yo que culpa tengo si ya no me acuerdo...

Lo que me rompía en pedazos no sé si era el hecho de pensar que me olvidarías o de tener la certeza de saber que yo nunca podría hacerlo. 

Creo que te tenía muchísima envidia porque yo sí que me acuerdo...

de cómo tocaban mis dedos,

de lo que sentía,

de tus ojos,

del día que dejamos de vernos,

de tu risa,

de tu prisa por darme un beso,

de tu camisa (la de cuadros marrones o la negra),

de la rumba en las carpas de verano...

Sí que me acuerdo.


domingo, 5 de enero de 2025

Mascletá (o mi corazón en ruinas)

 

Tú hablabas de ella y yo hablaba de nosotros dos.


Ya está, esa frase podría bien ser todo este texto. Todo el mundo entendería perfectamente a qué me refiero. Resume perfectamente la conversación que tuvimos en mi sofá.

Viniste a hablar conmigo y me enteré de que te estabas enamorando de otra persona. Aunque solo me dijiste "creo que me gusta otra chica". Pero no dejabas de hablar de ella. Y yo solo quería saber qué había pasado entre nosotros dos. No quería saber nada de ella, no quería conocerla ni saber cómo era. Pero sobre todo no quería saber cómo de diferente a mi era. 

Lo que sí quería saber era si aún me querías. Me dijiste que sí, claro que sí. Pero también me dijiste todas las cosas que no te gustaban tanto de mi y resonaron en mi cabeza cono una metralleta. Como si prepararan una mascletá. Como si una ristra de adjetivos colgaran del techo y amenazaran con pesar demasiado y traer las ruinas. De repente todo era cemento. Cementerio. Gris. Sin embargo, cuando hablabas de ella era como si fuera delicado vidrio que pudieras soplar a tu antojo y luego pintar de múltiples colores.

Seguimos caminando juntos durante varios días y yo te di la mano, sonriendo, confiando en ti como siempre. Como si siempre te hubiera conocido. 

Dos meses después me dejaste. Sin mirar atrás. En ruinas.