El paso del tiempo. Ese inexorable destino, camino. El paso del tiempo que nos moldea, nos cambia, nos crea, nos agrieta, nos revive, no nos pertenece. Ha pasado ya demasiado y poco tiempo, todo a la vez. Aún luce el sol, las hojas no se atreven a dejarse caer de su árbol. Demasiado y poco tiempo. Quizá insuficiente, quizá excesivo. Ya no recuerdo en qué tiempo nos perdimos, pero recuerdo muy claro el tiempo en que me perdí, en que estuve perdida. El tiempo no pasó. El tiempo no arregló mis pedazos. El tiempo era cada vez más hojas en el suelo. Más letras por los suelos. El tiempo es sólo melancolía y no la quiero. Olvidémonos del tiempo y fijémonos más en los espacios. En las distancias. En lo que gritan los labios. En lo que escuchan las paredes.
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