dimarts, 14 de setembre del 2010

Final de agosto


Sentada en cualquier banco del mundo para recuperar la brisa. Así me encontraba yo, con el guiño permanente a ese sol que buscaba insistentemente mis ojos, con un tiempo por vivir, con una hoja en blanco. Temblaba el mundo aún en esa mañana de agosto, temiendo el fin del verano y la llegada de toda esa gente dispersa, de toda esa rutina. Las cosas que han de pasar sucedían con calma, con una serenidad imperturbable: se movía la hierba, se columpiaba la niña, sonaba la música en los oídos, olía a cruasán, cambiaban las sombras, rugía algún coche, bostezaba el metro, paseaba la señora cargando una bolsa … Incluso el cielo era azul después de la tormenta. Pensé en la poesía y la vi sin rima. Todo evocaba algo bonito, como cuando alguien sólo te evoca amor. Saludé al conductor del autobús. Sí, llegaban buenos días.