Siempre he añorado el rollo americano (creo) que se traen las películas de media tarde que ocurren en pequeñas ciudades más bien del interior. Esas en que siempre puedes llamar por teléfono tirada en la cama, enrollando y desenrollando una y otra vez el cable en forma de espiral. Esas en las que puedes llorar y soñar en la almohada. Esas en las que de repente te quitas la angustia saltando por la ventana y yendo al mismo lugar de siempre donde siempre, y por raro que parezca, hay alguien esperándote. Donde siempre te encuentras a tu mejor amig@ y nunca te pregunta qué te ha pasado.
En Barcelona esas cosas no existen, aunque exista el Illy, la uni o los DM de twitter.
Se me entierran cosas buenas y cosas malas bajo la capa de recuerdos. Tremendo. Me he dado cuenta que cada vez suelo remorverla menos. No sé si es bueno o es malo, pero para algo existe el presente. Y el futuro, como decía el señor Allen. Pero no tengo nada destacable. Así, a bote pronto, no he hecho mueca alguna. Debió ser un año cualquiera, lleno de maravillosos momentos. No me podré quejar, pues.
Se me ocurre “un cuarto de siglo” y eso ya me echa para atrás. Siempre he sido un poco reticente a dejar mi niñez, aunque nunca la haya tenido del todo. Pero ¿y qué? También se echa de menos lo que no se ha tenido … y a veces (de) más.
Hoy estoy melancólica, sí, pero dejar tantas cosas atrás lleva su tiempo. Y yo, en doce segundos, me metí de lleno en un nuevo mundo. Eso dicen. Yo creo que el mundo cambia sin ningún sonido, sin ningún tiempo, sin avisarnos primero. Yo creo que el mundo está ahí, y hace tiempo que no me atrevo a tocarlo. No sé de qué tengo miedo …
Deseo un Feliz 2011 :)