Empieza a hacer frío y a notar mi piel la falta del abrigo de una mano rebelde. Sobre la casa caen ya todas las horas muertas y crujen los sonidos. El vacío. Ese faltar tu nombre en mi boca. Faltar tu ropa tirada en la alfombra. En el suelo no hay nada más que tedio gris y al caminar se siente el lodazal frenar los pasos, embarrar los pies. ¿Des de cuando he perdido la cordura para fingir tu presencia? Para imaginar tu sombra. Para reemplazar tu ausencia. Para urdir los planes que te llevan, poco a poco, a mi madriguera. La del conejo blanco, la del reloj que descuenta uno a uno los olvidos. Me quejo de lo que no te he dicho. Me acuerdo de los dichos de mi abuela, en la cocina, con un trocito de membrillo. Río de la lluvia ahí fuera, que ya no soporto que me moje el pelo. Quiero encerrarme, dejar el vaho en el cristal, mi mano en el frío, empañar los minutos con tu aliento en mi cuello. Sentir una vida que se escapa, que se escurre, que tiembla con tus caricias. Es la hora del té, la de tomar tus besos y celebrar que no soy Alicia. La de fascinar con tu maravilla y aturdir los sentidos con la belleza de tantas pequeñas cosas. La de volver a empezar y partir de cero en adelante, desde el frío a tu valiente mano. La de volverse loca. La de dejar sólo una gran sonrisa a tu pequeño paso.
dilluns, 18 de gener del 2010
El mundo de las maravillas
Empieza a hacer frío y a notar mi piel la falta del abrigo de una mano rebelde. Sobre la casa caen ya todas las horas muertas y crujen los sonidos. El vacío. Ese faltar tu nombre en mi boca. Faltar tu ropa tirada en la alfombra. En el suelo no hay nada más que tedio gris y al caminar se siente el lodazal frenar los pasos, embarrar los pies. ¿Des de cuando he perdido la cordura para fingir tu presencia? Para imaginar tu sombra. Para reemplazar tu ausencia. Para urdir los planes que te llevan, poco a poco, a mi madriguera. La del conejo blanco, la del reloj que descuenta uno a uno los olvidos. Me quejo de lo que no te he dicho. Me acuerdo de los dichos de mi abuela, en la cocina, con un trocito de membrillo. Río de la lluvia ahí fuera, que ya no soporto que me moje el pelo. Quiero encerrarme, dejar el vaho en el cristal, mi mano en el frío, empañar los minutos con tu aliento en mi cuello. Sentir una vida que se escapa, que se escurre, que tiembla con tus caricias. Es la hora del té, la de tomar tus besos y celebrar que no soy Alicia. La de fascinar con tu maravilla y aturdir los sentidos con la belleza de tantas pequeñas cosas. La de volver a empezar y partir de cero en adelante, desde el frío a tu valiente mano. La de volverse loca. La de dejar sólo una gran sonrisa a tu pequeño paso.
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