Del silencio a la carícia hay mil lágrimas reprimidas y un reproche: el de no saber haber sido. Pero no te lo digo así, y te empujo al volver a encallarnos en esas tonterías que uno hace cuando no se dice pero se piensa demasiado. Al darle vueltas a la cabeza para decidir obviar la mano no extendida. Me quedo sola entre mis brazos. Entre mis abrazos. Siempre tan cabezota... Tú y yo, que volvemos la esquina con la mirada perdida. Nunca tanto tiempo se había hecho tanto. Tanto llanto. Y cuando ocurre se me moja la mirada y te aparto la cara, te echo de menos tan cerca. Tan lejos. Tan nada. Tan silencio...
Pero la carícia vuelve siempre a su sitio. Nunca la había visto tan ordenada.